Desde lo cultural, tendemos erróneamente a considerar al conflicto como algo negativo, perjudicial para nuestras relaciones y por lo general, se supone que debe evitarse o suprimirse.

Lo asociamos con palabras tales como “guerra”, “violencia”, etc… y sin embargo, no es así. El conflicto es parte de nuestra vida cotidiana, de la vida de todas las personas. El conflicto en si mismo no es ni bueno ni malo, es la forma de enfrentarnos a el, como lo abordamos puede convertirlo en una oportunidad de crecimiento y aprendizaje o por el contrario, puede devenir en un camino hacia el enfrentamiento o la violencia.

Lo definimos como una situación en que existen necesidades, intereses, propósitos y objetivos incompatibles o que, al menos, son percibidos así por los partes involucradas, es decir, que existan diferencias no necesariamente genera conflictos. Estos surgen cuando consideramos que lo que la otra persona hace para lograr sus propósitos o satisfacer sus necesidades, impide el logro de sus propios propósitos. El resultado del conflicto dependerá de las habilidades de resolución que disponga cada parte, de sus creencias, de las oportunidades que brinda el medio. Si se piensa que al conflicto hay que abordarlo constructivamente, el resultado será diferente a si solo se piensa en evitarlo o negarlo. El dialogo, la escucha al otro, aceptar que mi mirada es parcial, ayuda a superar los conflictos interpersonales.