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Los ciegos y el elefante

 
 
Ciegos y Elefantes

Érase una vez seis hombres sabios que vivían en una pequeña aldea. Los seis sabios eran ciegos. Un día alguien llevó un elefante a la aldea. Los seis sabios buscaban la manera de saber cómo era un elefante, ya que no lo podían ver.

"Ya lo sé", dijo uno de ellos. "¡Palpémoslo!". "Buena idea", dijeron los demás. "Ahora sabremos como es un elefante". Así, los seis sabios fueron a "ver" al elefante. El primero palpó una de las grandes orejas del elefante. La tocaba lentamente hacia adelante y hacia atrás. "El elefante es como un gran abanico", gritó el primer hombre. El segundo tanteó las patas del elefante. "Es como un árbol", exclamó. "Ambos estáis equivocados", dijo el tercer hombre. "El elefante es como una soga". Éste le había examinado la cola.

 
 

Justamente entonces el cuarto hombre que examinaba los finos colmillos, habló:
"El elefante es como una lanza".
"No, no", gritó el quinto hombre. "Él es como un alto muro", había estado palpando el costado del elefante. El sexto hombre tenía cogida la trompa del elefante.
"Estáis todos equivocados", dijo. "El elefante es como una serpiente".

Arguían, vociferaban, se insultaban...Y mientras se perdían en discuciones estériles, junto a ellos, evidente, colosal, se alzaba la inconmovible verdad del elefante.

Probablemente esta historia te ha hecho sonreír, ya que, ¿Cuál es el problema? ¡Eso es! Cada hombre podía "ver" en su mente sólo lo que podía sentir con sus manos. Como resultado cada uno se reafirmaba en que el elefante era como él lo sentía. Ninguno escuchaba a los demás.

Esos hombres estaban inmersos en un conflicto basado en la percepción (lo que creían "ver").

 
 

A lo largo de casi 100 años el hombre ha tratado de bucear, como ciego, en la impenetrable pequeñez del átomo.

En un principio fue lento, casi imperceptible. Cada teoría era concebida como absoluta por su autor, pero al parque la investigación impuso la necesidad de la concordancia con los hechos, el proceso aceleró su desarrollo y el espíritu de los científicos se fue encauzando por el sendero del intercambio tolerante de ideas y situaciones.

Cada hecho se analizó y cada hipótesis fue ensayada, para aceptarla, no por muy atractiva que fuera.

Así se progresó rápidamente, admitiendo (a veces casi con reverencia, otras con reticencia) las ideas ajenas; modificándolas solo en la medida en que nuevas experiencias descartaban leyes anteriores y permitían sustituirlas por otras mas generales. Siempre, brindando generosidad y comprensión.

Siempre evitando proceder como los ciegos con el elefante

 
 
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